viernes, 5 de diciembre de 2014

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Observo transitar las horas
enredando con la bruma.

Es un reloj de arena
este simulacro de realidad,
un reloj inexorable e impávido
donde cada partícula de sílice
sostiene el peso
de años de antimateria.

El cristal que nos soporta
se acuna con el vacilar de un germen
ensombrecido.

La trivial consonancia de lo cotidiano.

Se asimilan las secciones,
se sumergen en un sumidero rutinario
de descrédito.

Al caer la tarde,
bien entradas la sombras,
un perecedero hueco destila latidos
por las costuras de los hábitos,
y lacerando las intenciones,
rehusando las ofrendas,
me acerco a un mundo
sin leyes físicas.

Contemplo pasar las horas
jugando con la bruma.

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