miércoles, 6 de julio de 2016

- Nina y El lagarto -

En la esquina trabaja el Lagarto,
su alma de hueso,
su voz,
diamante azulado en colgante de hojalata.

El Lagarto nació para estrella.

Nina pasa cada tarde por la avenida principal,
un trabajo de mierda viola
sus impulsos de vida,
no es consciente
de lo perverso de su situación.

El  Lagarto probó las mieles del éxito
y las hieles que defecaron sobre su pecho
en finísimo polvo blanco.

Eligió el camino coherente con la falta de dignidad.

Sincero consigo mismo
prefirió el olvido,
la suciedad,
el desprecio,
a la horrible idea de ser culpable
de responsabilidad.

Nina se masturba cada mañana frente al espejo,
se corre mientras su marido se afeita,
más tarde prepara el desayuno a los niños
y su cabeza
entra en un bucle permanente,
de simpatía
y frases vacías.

Nadie en el mundo entiende su soledad.

El médico le receta Lexatín.

El Lagarto canta rancheras esta tarde, la heroína es buena y se siente el rey.

Nina vuelve del trabajo, camina despacio, como una gata, como una reina.

Se miran,
son dos adolescentes ingenuos que piden cariño a silencios,
se acercan,
respira uno el aire del otro,
sonríen nerviosos.

Nina abre el bolso,
sobre la mano un par de euros,
roza su piel ajada con los dedos,
sólo en ese instante se siente viva,
el Lagarto sigue convencido de repetir un sueño,
y se alegra de saberse muerto.

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