miércoles, 22 de febrero de 2017

Penetra la noche, inquietante realidad,
corvadas y angustiosas maniquíes de piel dorada
olfatean el aire, rasgando el infinito,
suturan la luminosa brecha que comunica
distintos universos.
Desde la centralita, cableo mensajes multimétricos,
señalo la grandeza con dedos de cera,
disocio la fatalidad, la hermosura, la cordura,
la confianza...

Aún más adentro,
más adentro,
donde la piel se hace escama y las nubes
-sulfurosas humaredas de vapor de miedo-
se agrupan, bailan, forman extañas figuras,
imágenes etéreas de sueños espantosos,
donde despierto,
erecto,
con los dedos de las manos pringosos,
y el aliento cálido de un alma perdida
rizándome los pelos de la nuca.

¡Aún más adentro! - gritan las hienas-
aún más adentro y señalan,
con sus pezuñas ensangrentadas,
señalan, pecados y penitencias,
señalan posturas y escuelas,
muestran sus pechos marchitos,
se lamen los pezones, chillan, gimen, rien...

Más fuerte,
adentro,
más fuerte y dentro,
la cara pálida se desgrana,
se pixela sobre las sábanas blancas,
y la turba se agolpa bajo la ventana,
se escuchan las voces, se escuchan los latidos:
un
dos
un
dos
un dos
despacio,
el cielo es un gato negro
y las calles grises arañazos,
los bloques se alzan cansados, sosteniéndose
apenas,
sobre sus cansados muros,
y la voz que no cesa, el grito que sucumbe,
la aceitosa marea de manos agitadas,
chocando las palmas al compás del corazón,
los versos que vuelan, desordenados,
perdidos en un fondo confuso,
en un bosque pétreo y frondoso,
más adentro,
m´as adentro
hasta el fondo...

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