jueves, 13 de abril de 2017


Gimen los ventanales, gotas frenéticas

frotan su piel de cristal contra el cemento,

ambicionan lubricar la vieja ciudad

con susurros huidos de Samarcanda.

Un ligero grano de arena dormita

en el parabrisas de un coche olvidado,

sueña con ser barro, rojo y moldeable,

cuando abra su camino la primavera.

Me inyecto el olvido de las amapolas,

mis manos, como tijeras en penumbra

reducen el dolor a puro silencio.

Ensueños del Sahara desgarran Madrid,

lamen el vuelo audaz de las golondrinas

mientras Abril se rompe contra el asfalto.

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